“La extensión prolongada de la cuarentena ocasionó un desgaste económico y anímico muy fuerte. Así, el descontento de una parte de la opinión pública fue capitalizado políticamente por algunos sectores de la oposición”, analiza Diego Reynoso. Él es politólogo y dirige la Encuesta de Satisfacción Política y Opinión Pública de la Universidad de San Andrés (Udesa), en donde es profesor titular. El diagnóstico está basado, justamente, en las cifras que aquella pesquisa arrojó este mes: el porcentaje de satisfechos con la marcha general de las cosas se desplomó 20 puntos desde abril. A su vez, según esos resultados, la aprobación de la gestión de Alberto Fernández cayó de 67% a 50% durante el mismo período.
Desde Buenos Aires, antes de responder las preguntas de LA GACETA, el especialista reconoce que los números no le causaron sorpresa. Por el contrario, dice que demuestran el retorno de la típica partidización polarizante en la Argentina. “La encuesta refleja el humor social que uno viene percibiendo desde abril, cuando comenzaron las marchas y los cacerolazos”, sostiene. De ese modo, especifica que el modo de ver la realidad nacional ha vuelto a variar sustancialmente entre los votantes del Frente de Todos y Juntos por el Cambio.
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¿Qué quiere decir? Que durante el pico de aprobación que percibió el Gobierno en abril, cuando recién se iniciaba el aislamiento social, las medidas adoptadas tenían el visto bueno de hasta el 80% de la población, según los datos de la Udesa. “La respuesta rápida de la gestión de Fernández ante la pandemia le dio un respaldo muy fuerte”, lee Reynoso. Luego, todo cambió: los niveles de satisfacción general cayeron del 57% al 37% y se ha planteado una “nueva grieta”: entre quienes consideran que la prioridad debería ser la prevención del colapso del sistema de salud (46%) y quienes opinan que debería primar la apertura para reactivar la economía (44%).
La encuesta muestra que ese punto es el que expone una de las mayores brechas entre los votantes del oficialismo y la oposición. “La caída de a aprobación y la satisfacción se da sobre todo entre los adeptos de Mauricio Macri. La predisposición partidista es lo que lleva a cambiar de opinión cuando las cosas no marchan como se esperaban”, observa el politólogo. Y agrega: “cuando la cuestión sanitaria deja de ser la mayor preocupación y aparece la económica, quienes perciben que el Gobierno no da soluciones erosionan su aprobación”.
Según Reynoso, eso es lo que ocurrió especialmente entre los adeptos de Juntos por el Cambio. Aun así, establece matices dentro de esa “fuerza diversa”. “Quienes más canalizan el descontento son los agentes opositores que no tienen responsabilidades de gestión y polarizan con sus opiniones. Los que gobiernan, como Horacio Rodríguez Larreta y Gerardo Morales, mantienen una postura moderada y dialoguista”, arguye.
Si bien el nivel de aprobación aún es alto, el 65% considera que la situación del país empeoró. El precio de los alimentos, el desempleo y los impuestos son ahora las principales inquietudes. “Cambió la agenda y el consenso. Creo que cualquier presidente soñaría con vivir en un abril eterno”, manifiesta el académico. Las entrevistas fueron realizadas a 1.010 personas entre el 1 y el 9 de julio de todo el país. Reynoso trabaja con la encuesta de la Udesa -suele hacerse de forma bimestral- desde hace seis años.